
Mediodía gris, la ciudad llora,
los perros cautivan su ira
la calle se aleja sin saberlo
cuerpos enrejados sobre el asfalto
niños que juegan embolsando el aire
con plastilina
Ciudad encrucijada, vestida en llamas,
duendes pasan tatuando el cielo
la ventisca se niega, el oro de los pobres
se imanta con la lluvia,
la mano del amante roza la luna
el poeta en su congoja
arrodilla su lagrima.
Es domingo, las viejas campanas de la iglesia
salpican el corazón de Dios
que pierde la memoria
En otra parte de aquella calle
se cruzan lazarillos sueltos
reclamando por sus amos
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