a Lilith, esposa de Adán y primera mujer
antes del nacimiento de Eva
Contigo haré las paces porque yo me siento
igual que tú, si es cierto lo que dicen tus acusadores.
Que abríste la puerta de lo prohibido.
Que rechazaste el orden del Establecimiento
y aquello que pretendió ser la mala ley
contra tu rango / privilegio de Primera Madre.
Amaste la Luna llena, lo sé y toda autonomía.
¿Y cómo te llaman hoy? Luna Negra.
Con la autopertenencia te reclamas desde el ovario,
a las mamas desnudas y tu cabello ondulado,
abundante, es rojo y lo rizas y con él inventas
tu perfil y media luna y te ocultas con un manto
y, ¿quién ha visto tus nalgas tan hermosas
que no se desdiga en delirios, al soñarse
otra vez en el gozo de tu opulenta figura?
Haré las paces con el misterio que te alude,
bello animal, ambivalente corazón del inframundo.
Te veo en tránsito a una civilización que te olvida;
pero son ellos los seres aberrantes, malignos ellos
que cometen desacato y te maldicen,
comen de tu pan y se van, opositivos,
desagradecidos, tentados por los homicidios,
ávidos del deseo, porque nada más hermoso
ha sido visto, desde que nacíste,
perfecta entre las bestias, más perfecta
que el simio y el primate que es el hombre.
«Mala bestia», te llaman, «Doble-Opuesto,
diablesa, Luna Negra, Serpiente, Apátrida,
Infanticida, Transgresora».
Aquí estoy organizando esta memoria.
Te anticipo con amor: Lilith, me agradas.
Y nada humano es más real que tú.
En consecuencia, te llamaré como Adán
al bendecirte, mi descanso. Y aseguro ya
que fuíste, has sido y serás La más amada,
Caminante nocturna, Placer Militante
de la hembra más grata y adorable.
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