Quedan las cicatrices
pero una voz ampara
a los que están desiertos
y resuena el silencio de todo lo perfecto.
En el tiempo del agua y de la tierra,
de los dorados frutos y los huertos
eras el jardinero bendecido
por el soplo de luz y las estrellas
consteladas en torno a tu armonía
fraguaban tu corazón con pulso cierto.
La sangre no era entonces sino vino festivo,
alegre compañero de la poma
que pendía madura con su misterio adentro.
Ahora que canalgan sobre el barro
los hijos de los hijos, y nosotros,
desertores del siglo que nos lleva,
tentamos en la sombra la luz de la palabra
que se ha llevado Eros en su carcaj de plata,
ahora que en Olimpia y en Megara
queda el eco del mármol silenciado,
nosotros, los huídos, reiteramos el beso,
el pálpito, el abrazo, la memoria
del hombre antes del hombre, ya concluso
por si fuera posible renacernos.
2 comentarios:
Un enorme placer leerte Silvia amiga, Julia
Conozco bastante bien a esta escritora y trato de sguirle los pasos en este mundo de la virtualidad. Me alegra entonces encontrarme con un poema suyo en este sitio porue lo sumo a lo que voy reuniendo de su obra con la idea de escribir, en algún momento, un ensayo crítico. Así que, gracias.
Afectuosamente
Anneka
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